domingo, 7 de agosto de 2016

Columna emitida del 16 al 18 06/2016


EL SÍNDROME ARICA


Hemos retrocedido décadas en la lucha por el desarrollo
El diagnóstico es el mismo, pero mientras los unos atribuyen las causas a condiciones externas y ajenas a su responsabilidad, los otros, se encandilan con la oportunidad de enumerar los profundos y reiterados errores en la conducción político-económica del país, sin entregar soluciones efectivas.

Esta es la fotografía del Duopolio gobernante.

Lo cierto es que en Chile no está pasando nada para terminar efectivamente con la pobreza, el verdadero ancla que nos sujeta porfiadamente al siglo pasado.

Nuestro país se ha empantanado no sólo en materia económica, sino que en general, en una discusión estéril que sólo nos permite dar vueltas en un sinfín, pero no avanzar.

Por el contrario, la mayoría de las iniciativas que convirtieron a nuestro país en el líder indiscutido de la región, no tuvieron su correlato en el Estado que sigue teniendo un pie en los años sesenta, ni siquiera en el mundo privado que al parecer se conformó con el status quo del balance azul.

Les gustó y se conformaron con la última línea del balance, y con ello, las políticas para el desarrollo se quedaron carentes de ideas y sin el talento necesario para llevar a cabo aquellas pocas que aun sobreviven.

Ni en materia política, ni en materia cultural, ni en materia social podemos estar conformes con nuestros mezquinos avances.

No se trata de un problema de distribución como lo asegura el dogma socialista.  Se trata fundamentalmente de un problema de riqueza.

¿Qué vamos a distribuir si no somos capaces de producir?

Distribuir no es recortar la leche de los niños más grandes para entregársela a los más pequeños. No es entregar casas sin techo ni paredes con el discurso de soluciones habitacionales progresivas.

Chile es un país de poetas, pero no exageren tampoco.

Nuestro país está para más y las autoridades deben estar a la altura. Por eso es que ayer pensaba que este problema que por tantos años ha vivido Arica, debe haber contagiado al resto del país.

Todos sabemos el diagnóstico. Todos tenemos recetas más o menos parecidas.

Todos tenemos las ganas y la imperiosa necesidad de terminar con el mito de la desaceleración, del desempleo. Sin embargo, no todos están dispuestos a realizar los sacrificios, a tomar las decisiones, a realizar el esfuerzo.

El gobierno no sacrifica sus cada vez más escasos votos tomando decisiones de fondo, que por lo general son más acertadas pero menos populares.

El sector privado al parecer, tampoco quiere asumir el compromiso real de tirar el carro de la economía, sacrificando sus legítimas aspiraciones de lograr mayores utilidades.

Sólo es un tema de plazos, pero no lo entienden.

Finalmente, ni los unos ni los otros están dispuestos a perseverar en los métodos y en los sistemas que han dado estabilidad y permitido crecimiento.

El sino de este gobierno es el de amanecer peleando con sus propios fantasmas, creados como útiles artilugios de convencimiento electoral, idealizados o endemoniados de acuerdo a sus conveniencia.

Mi única expectativa era que el Ministerio de Economía acrecentara el prestigio familiar, sin embargo a estas alturas, hay que reconocer que Céspedes, el Ministro, se ha equivocado rotundamente.

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