domingo, 7 de agosto de 2016

Columna emitida del 27 al 29 06/2016


CARTA ABIERTA AL MINISTRO

Señor
David Choquehuanca Céspedes
Ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia


Estimado Ministro:
Choquehuanca en Aymara significa "El que dice palabras llenas de felicidad"

Algo no me calza con esta actitud suya un tanto soberbia, y desprovista de las más mínimas normas de cortesía diplomática, que usted como Canciller, debería mantener.

Es que en la familia Céspedes, somos muy dados a respetar la casa ajena. No llegamos abriendo las puertas a patadas, menos aún, de visita sin que nos inviten. De esta forma, debo concluir a priori, que lo de los apellidos debe ser solo una lejana coincidencia, o al menos eso espero.

Pero ahora que está en Chile –aunque sea de esta manera tan peculiar- debería aprovechar de tratar de entendernos un poco mejor.

No somos los ingleses de Latinoamérica pero tampoco los vasallos de Estados Unidos, tal como lo entiende su Presidente, tan bueno para mirar la paja en el ojo ajeno y obviar las vigas que tiene en el propio.

Somos un pueblo criollo.
Nacido de la misma historia común en que nacieron su pueblo y el de toda Sudamérica, aunque en el caso de Bolivia, esta haya nacido de una escisión traumática del Perú.

Luchamos al igual que los fundadores de su República, contra el mismo invasor europeo, pero a Dios gracia, y a diferencia de todas las demás naciones de la región, este nunca nos subyugó, ni se impuso ante la resistencia araucana.

Tome esto último como una diferencia sustancial en la personalidad y espíritu que ha marcado a nuestro pueblo.
Tenemos mucha paciencia, la de 300 años de lucha contra la corona española, pero tampoco hay que abusar de ella.

Con Bolivia, nación que respetamos y en mi caso no me canso de admirar como buen historiador, somos y seremos vecinos geográficos por el tiempo que determine la tectónica de placas al menos, y esa será, una condición que deberemos aceptar para bien o para mal.

Este sólo hecho debe llevarnos a reflexionar con respecto al tipo de relaciones diplomáticas con que deberíamos entendernos, ahora y en el futuro.

Cierto es que a veces se agotan las ideas y las palabras para seguir dialogando, pero le contaré que en eso consiste el arte de la diplomacia.
Ese arte que al parecer dejó guardado en La Paz.

Inspeccionar, señor Canciller, suena muy agraviante entre vecinos, entre hermanos como no se cansa de repetir el Presidente Morales.

Visitar y colaborar en mejorar las condiciones de vida de los transportistas bolivianos, preguntarles a sus connacionales el porqué han elegido vivir fuera de su territorio en vez de elegir su propia patria, debiera ser el principal y único motivo de su visita.

Bolivia, de forma muy madura y ponderada, se pronunció hace muy poco en contra del gobierno que usted integra, negándoles la posibilidad de eternizarse en el poder.
Esto debería al menos hacerlos reflexionar en cuanto a seguir con esta política de hostigamiento hacia nuestro país, que no tiene otro derrotero, que agrandar el abismo de razones que se acumulan para seguir sintiéndonos tan distintos y tan distantes de la querida Bolivia. 

En todo lo demás, esperamos que su insoportable manera de conducir la política exterior llegue pronto a su fin, junto al mandato constitucional que así lo determina.

Le prometo que cuando llegue ese momento, viajaré a Bolivia al restaurante en que su Presidente prometió trabajar y atender personalmente, esta vez para conversarnos una rica salteña.

En una de esas descubrimos que lo del apellido era algo más que casualidad.

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