GOLPEADORES Y GOLPEADOS
Me resulta inevitable referirme a este tema dado las
noticias con aires de escándalo en que se sumen nuevamente algunos políticos o
aspirantes a serlo.
Leer la crónica periodística publicada en el diario el
mostrador por la periodista Claudia Urquieta sobre la violenta agresión
cometida por el diputado democratacristiano Ricardo Rincón contra su pareja,
resulta estremecedor.
Este delito macabro, de golpear irracionalmente a una
persona, debió ser castigado por la justicia en su momento como homicidio
frustrado y no como violencia intrafamiliar.
Cada vez que un agresor agrede de esta manera, lo hace
sin considerar límites de gravedad de sus acciones y si no fuera por un mínimo
de condición humana, conciencia o probablemente vergüenza por la acción que
comete, estamos frente a un ataque a la integridad de las personas que pone en
riesgo sus vidas.
Golpeadores de todas las calañas deben ser expuestos, sus
conductas repudiadas sin consideración alguna y siempre sancionados social y
legalmente por una acción que no admite segundos discursos, explicaciones ni
arrepentimientos posteriores.
Nuestra sociedad está llena de personas que independiente
el motivo –eso que se lo expliquen al psiquiatra- agreden violentamente en los
hechos a sus parejas, o a terceros, con la diferencia que los primeros lo hacen
amparados por las paredes de su casa y casi siempre con la complicidad silente
de su entorno familiar.
Miren ustedes a las hermanas Rincón –ministra y
periodista- que en esta procesión no tienen culpa sin embargo han sido
arrastradas a este lastimoso tema, quizás también por pontificar sobre cada
tema y sobre otras personas. Sin embargo callaron.
Las golpeadas y también golpeados, son víctimas pero
dejan de serlo cuando se inhiben de defenderse por los medios que les asiste la
ley o la urgencia de esta violencia. Si no actúan ellos que son víctimas, el
golpeador repetirá esta misma acción con otras personas, casi siempre,
desvalidas o desprevenidas ante tanta vileza.
La política es una actividad humana como cualquiera otra.
La violencia intrafamiliar, o la violencia sin apellidos como ya hemos dicho,
no es propiedad exclusiva de quienes se dedican a esta actividad. Sólo que con
ellos tenemos la ocasión de exteriorizar un problema que se encuentra arraigado
aún en nuestra cultura.
La violencia contra la mujer o contra la pareja, es pan
de cada día en distintos sectores y segmentos sociales.
Por ello y para que
esto de una vez por todas acabe, es que no podemos aguantar que quienes se
erigen como líderes de opinión o candidatean como futuras autoridades, ostenten
en su curriculum esta medalla de crueldad.
Esta será una materia a la que llamaremos a rendir
cuentas hoy que es época de elecciones y estaremos prestos a participar como
equipo en cualquier acción que colabore con la prevención y denuncia de esta
costumbre cavernaria, que aún practican algunos como si eso los hiciera más
varoniles o más mujeres.
Porque la violencia, el golpeador, el cavernario no
distingue de género.
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