domingo, 7 de agosto de 2016

Columna emitida del 20 al 22 06/2016

CULPA BURGUESA

La Política es un medio, una herramienta, y no un fin en sí mismo.
La pobreza, lejos de constituir una vergüenza para una sociedad moderna, es el gran desafío de los políticos de hoy día.
A mi modo de ver existen sólo dos clases de políticos: aquellos que entienden que su verdadero rol es de transformación y cambio de la sociedad, y aquellos que transforman y cambian sólo su vida y la de sus allegados.
La oportunidad de cambiar la vida de las personas, transformando los factores estructurales que las atan a un destino de desigualdad, es una ocasión irrepetible para ganarse un pedacito de cielo.
Por lo demás constituye siempre una obligación natural del ser humano.
Porque la desigualdad no solo importa dado que resulta fundamental en el desarrollo colectivo e individual; importa porque hiere profundamente el alma de las personas.
Esa diferencia entre los pobres de espíritu y los pobres de solemnidad, definitivamente no existe. Nunca existió. 
Sólo existe en la referencia de aquellos que pasan la vida contando pobres, cambiándolos de clasificación, haciendo estadísticas y transformando esta vergüenza en gráficos.
La pobreza -espiritual o material- daña el alma en cualquier circunstancia.
Pero no sólo de quien la padece, la vive, la sufre, sino que abarca a la nación completa, aunque muchos, aún sigan siendo simples espectadores desde la vereda de la indiferencia.
La desigualdad tanto en las oportunidades como en las posibilidades de vida, afecta necesariamente las capacidades de ser y hacer en las personas.
Este es el vínculo que a mi modo de ver explica en gran medida la alta tasa de delitos y reincidencias en los sectores más pobres de nuestra sociedad, explicando también de paso, la gravedad de los mismos.
La pobreza no es la razón de la delincuencia, pero es una buena explicación para entender este fenómeno social ,desde una perspectiva más integrada con la realidad y los hechos.
La política tradicional que ejercen muchos de nuestros políticos, se ha conformado con acciones menores, con respuestas mediocres, apilando generaciones de personas que han debido internalizar esa antigua falacia de que Chile es un país pobre.
Ahí está la respuesta de por qué debemos conformarnos con ver el progreso y el desarrollo por la televisión.
La distribución del ingreso, y en general aquella que permite el acceso a bienes y servicios, no se realiza de manera aleatoria sino que por el contrario, reitera el ciclo histórico y social. La pobreza en un país como el nuestro se hereda con mayor frecuencia que la riqueza.
Finalmente la pobreza, resulta en un atentado a la democracia, a la cohesión social, a la justicia y los cimientos mismos del Estado.
Será por eso que se mantiene la correlación directa entre pobreza y conflicto social.
Reducir la pobreza por medio de políticas públicas, compartidas y socializadas oportunamente con toda la población, significa en el fondo, avanzar en el fortalecimiento de la República.

Si me apuran, profundizará y desarrollará la democracia como sistema político, validará la economía social de mercado, cumplirá un objetivo geoestratégico de defensa nacional, y posibilitará el desarrollo productivo y material del país.
Las desigualdades y las diferencias en una sociedad son justas y hasta lógicas, siempre que estas sean el producto natural e inequívoco de las propias capacidades personales, de sus decisiones, de sus actitudes. Ello es consustancial a nuestra economía de mercado y ciertamente, constituye un factor diferenciador con modelos pasados de moda.
Mientras nuestro país no garantice por medio de políticas públicas nacionales, de largo plazo -elevadas a rango constitucional- su firme decisión por derrotar las profundas desigualdades que subsisten en nuestra sociedad, seguirá teniendo sentido aquella frase de la ex primera ministra británica Margaret Thatcher, que refiriéndose a las protestas por mayor equidad social en su país, señalaba que ellas provenían de una profunda combinación entre la envidia y la culpa burguesa.
Yo estoy de acuerdo. 
Con demasiada frecuencia se ha escrito más de lo que se ha hecho en materia de justicia y equidad.

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