domingo, 7 de agosto de 2016

Columna emitida del 13 al 15 06/2016


EL PODER DE LA INFORMACIÓN

Cuestionar la labor de los medios de comunicación es miope
Espero que sean muchos los que recuerden la historia del Alcalde que enojado con la línea editorial de un periódico, le negó a este sistemáticamente la sal y el agua, tanto en materia informativa como en materias comerciales, al extremo de llegar a crear su propio medio escrito –por supuesto vía intermediarios- como forma de transmitir, o al menos intentar hacerlo, su historia oficial.

Sobre lo anterior podría insinuar que se trata de una ficción y con ello ahorrarme la enemistad del mentado ex edil, pero como en materia de ahorros soy un derrochador y en materia de amigos, los escojo, termina por darme lo mismo.

Lo cierto es que para contrarrestar el poder e influencia de los medios de comunicación en el acontecer de la sociedad, muchas veces no se escatiman recursos para coartar la libertad informativa, así como para presionar -siempre indebidamente- frente a hechos que se quieren mantener sombríos.

Por ello, la labor de los medios de comunicación se vuelve imprescindible en un Estado democrático y debiera serlo con más fuerza aún, en Estados donde las libertades se encuentran constreñidas.

No es mi intención venir a descubrir hoy al denominado cuarto poder –aunque a esta altura bien podría ser el quinto o el sexto-.
Más bien deseo expresar algo que no puede pasar inadvertido y que tiene que ver con el derecho de la sociedad, a conocer todos los aspectos de la información, caiga quien caiga, con el sólo límite de la honra de las personas y el respeto a la ley.

Esto es lo que ha hecho a mí entender, la prensa en el caso Caval, que involucra al hijo y a la nuera de la actual Presidenta.

Los medios de comunicación, han prestigiado su labor profesional con un periodismo de investigación y sin compromisos.  

Tanto el gobierno, los empresarios y por supuesto los involucrados que de a poco comienzan a conformar esta verdadera asociación ilícita,  se han visto sobrepasados con el cúmulo de informaciones publicadas, y con la decidida acción editorial de una prensa, que junto al ministerio público, se han comportado felizmente a la altura de los acontecimientos.

Sin esta labor -que en forma miope se ha definido sólo como de denuncia- nuestra sociedad hubiese seguido actuando con esa dosis de superioridad que hasta hace dos años nos hacía sentir como distintos al resto de los latinos; un verdadero síndrome de egocentrismo, exacerbado por algunos números, que porfiadamente aún tiñen de azul cuando deberían estar claramente en rojo. 

Me refiero a los indicadores de cesantía, de crecimiento, de endeudamiento y otros, que al compararse con Estados casi quebrados, se presentan como la principal prueba del desarrollo cuando sólo lo es de mediocridad.

La labor periodística no se distingue por ser un dechado de virtudes como por lo demás no lo es ninguna actividad.

Sin embargo, es dable reconocer que esa característica es la que la humaniza y no la transforma en una máquina repetidora de hechos, sin criterio, sin discernimiento y sin responsabilidad.

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