EL PODER DE LA INFORMACIÓN
Cuestionar la labor de los medios de comunicación es miope |
Sobre
lo anterior podría insinuar que se trata de una ficción y con ello ahorrarme la
enemistad del mentado ex edil, pero como en materia de ahorros soy un
derrochador y en materia de amigos, los escojo, termina por darme lo mismo.
Lo
cierto es que para contrarrestar el poder e influencia de los medios de
comunicación en el acontecer de la sociedad, muchas veces no se escatiman
recursos para coartar la libertad informativa, así como para presionar -siempre
indebidamente- frente a hechos que se quieren mantener sombríos.
Por
ello, la labor de los medios de comunicación se vuelve imprescindible en un Estado
democrático y debiera serlo con más fuerza aún, en Estados donde las libertades
se encuentran constreñidas.
No es
mi intención venir a descubrir hoy al denominado cuarto poder –aunque a esta
altura bien podría ser el quinto o el sexto-.
Más
bien deseo expresar algo que no puede pasar inadvertido y que tiene que ver con
el derecho de la sociedad, a conocer todos los aspectos de la información, caiga
quien caiga, con el sólo límite de la honra de las personas y el respeto a la
ley.
Esto es
lo que ha hecho a mí entender, la prensa en el caso Caval, que involucra al hijo
y a la nuera de la actual Presidenta.
Los
medios de comunicación, han prestigiado su labor profesional con un periodismo
de investigación y sin compromisos.
Tanto
el gobierno, los empresarios y por supuesto los involucrados que de a poco
comienzan a conformar esta verdadera asociación ilícita, se han visto sobrepasados con el cúmulo de
informaciones publicadas, y con la decidida acción editorial de una prensa, que
junto al ministerio público, se han comportado felizmente a la altura de los acontecimientos.
Sin
esta labor -que en forma miope se ha definido sólo como de denuncia- nuestra
sociedad hubiese seguido actuando con esa dosis de superioridad que hasta hace
dos años nos hacía sentir como distintos al resto de los latinos; un verdadero
síndrome de egocentrismo, exacerbado por algunos números, que porfiadamente aún tiñen
de azul cuando deberían estar claramente en rojo.
Me
refiero a los indicadores de cesantía, de crecimiento, de endeudamiento y
otros, que al compararse con Estados casi quebrados, se presentan como la
principal prueba del desarrollo cuando sólo lo es de mediocridad.
La
labor periodística no se distingue por ser un dechado de virtudes como por lo
demás no lo es ninguna actividad.
Sin embargo, es dable reconocer que esa
característica es la que la humaniza y no la transforma en una máquina
repetidora de hechos, sin criterio, sin discernimiento y sin responsabilidad.
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