miércoles, 19 de octubre de 2016

Columna emitida del 8 al 19 de Octubre de 2016

DEMOCRACIA SIN IMAGINACIÓN

Las campañas están llenas de lugares comunes, fotos idénticas y candidatos con risas momificadas.
En otra comuna del país, uno de sus candidatos a Alcalde ofrece trabajar, como primera promesa de las 30 medidas que tomará llegado al cargo.
En otra comuna más cercana, otro candidato promete acabar con la actual ola de inmigrantes que según él, y un grupo de adeptos que aplauden hasta la puesta de sol, son la causa de la violencia, delitos, prostitución y seguramente hasta de los malos partidos que juega la selección chilena.

Más cerca, hemos tenido hasta candidatos que proponen rayos láser para controlar los límites fronterizos. Pero nada más extravagante que la del concejal de Reus en Cataluña que prometió transformar la plaza de la ciudad en playa nudista. Lo curioso es que resultó electo.

Siempre he escuchado la frase de que “la culpa la tiene la gente”, cuando se trata de criticar el actuar de una mala autoridad electa, y claro, hasta cierto punto tienen toda la razón. Pero que me dicen ustedes de la responsabilidad de los partidos políticos en presentarnos verdaderos delincuentes como candidatos, o personas que evidentemente no tienen ninguna competencia para manejar los destinos de una corporación edilicia, o manejar la técnica legislativa o las artes de la diplomacia.

La culpa es del chancho pero también de quien le compra el afrecho y del que se lo da.

El derecho romano consagró hace más de dos mil años, el derecho de los ciudadanos de ser elegidos, lo que fue en sí, un tremendo avance para la conformación de las democracias modernas. Hago un paréntesis para explicar que en la sociedad romana quienes tenían la calidad de ciudadanos eran una minoría, situación que con los siglos fue cambiando a ritmo de sangre y guerras.

Pero hoy día, hay que entender que se necesita algo más que 18 años y saber leer y escribir para ejercer el derecho a ser electos, en cargos que cada vez más, exigen de las personas, especiales aptitudes, conocimientos y destrezas.

Cada cuatro años nos estamos acostumbrando a ver una verdadera fauna de ciudadanos que comprometen la fe pública en cuestiones que todos sabemos son imposibles de  cumplir, sea por que excede el ámbito de facultades del cargo o porque sencillamente son pura ciencia ficción.

Así se acuñó la frase más falso que promesa de político.

Fíjense ustedes cuantos de los candidatos actuales ocupan las mismas palabras, los mismos verbos y hasta los mismos colores para promoverse como soluciones mágicas. Las campañas están llenas de lugares comunes, fotos idénticas y candidatos con risas momificadas.

Todos dicen tener  la fuerza, la honestidad, la visión, las ideas y hasta las manos limpias para asumir los desafíos a los que se presentan, como si todo lo anterior fueran cualidades exclusivas o extraordinarias que tienen ellos y los demás no.

Ser honesto, trabajador, soñador, correcto, respetuoso, dinámico, integrador y una lista interminable de adjetivos, son características mínimas, básicas, normales que cada persona debiese tener y por las cuales no tendríamos porque aplaudir, menos votar.

Recuerdo el caso de un muy buen amigo del cual muchos pensábamos, tenía las condiciones humanas y profesionales para cumplir muy bien un cargo de elección popular, pero él insistía en decirnos que tiempo antes había tenido problemas de solvencia en su empresa, y compromisos aún pendientes.

Ese detalle siempre me hizo sentido, pues tiene que ver con el Ser y el parecer.


No solamente tenemos que ser lo que decimos y afirmamos ser, sino que parecernos a esta imagen. Porque quien se dedica a la política o pretende dedicarse a ella, debe entender primero, qué es realmente un servidor público y si está dispuesto no sólo a serlo sino también, a parecerlo.

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